Presencia, cuidado y límites: tres claves para acompañar la adolescencia hoy
La psicóloga y docente Mariela Gasparini analizó el rol adulto en la crianza, a partir del impacto de la serie Adolescencia. “Muchas veces, los padres se sienten perdidos frente a las demandas emocionales y simbólicas de sus hijos, sin herramientas para responder o intervenir", analizó.
Lic. Mariela Gasparini
La Licenciada Mariela Gasparini, Psicóloga MP 2849, desarrolla su actividad en diferentes espacios: es docente en el IPEM 277, trabaja en el área de Educación de la Municipalidad de Marcos Juárez, donde coordina la Oficina de Empleo y talleres para familias, y está por rendir su especialización en Psicoanálisis y Educación (FLACSO), con una investigación centrada en un tema profundo y actual: "La Orfandad en la adolescencia".
Esta diversidad de roles le permite tener una mirada integral sobre la adolescencia, tanto desde la práctica institucional como desde el contacto directo con estudiantes, docentes y familias.
Una serie que incomoda... y por eso importa
La entrevista parte de la serie Adolescencia (Netflix), que retrata sin eufemismos el mundo adolescente, y sobre todo, los vacíos emocionales y simbólicos que atraviesan muchos vínculos familiares. Lejos de centrarse en los jóvenes, la propuesta de la serie, según Gasparini, interpela directamente al mundo adulto.
La psicóloga remarca que el contenido de la serie no busca entretener, sino poner en evidencia un desajuste entre lo que los adultos creemos saber sobre los adolescentes y la realidad de sus experiencias afectivas, sociales y digitales.
El desafío, entonces, es salir del lugar cómodo del desconocimiento y asumir que muchas veces no entendemos lo que viven ni cómo lo viven.
El mundo adolescente y la brecha generacional
Los adolescentes de hoy se mueven en un universo donde las tecnologías, los códigos propios de comunicación y el acceso permanente a múltiples contenidos les dan herramientas —pero también los exponen— de formas que los adultos no terminamos de comprender. Esta brecha genera distancia, incomunicación y muchas veces frustración entre padres e hijos.
Mariela señala que no se trata de que los adultos deban “estar en todo”, sino de comprender que el adolescente necesita una figura adulta presente, que se interese por sus intereses y que no desvalorice sus modos de estar en el mundo. Estar no es controlar; es habilitar un espacio de escucha, incluso cuando no hay palabras.
El desamparo es mutuo
Una de las ideas más potentes de la entrevista es que el desamparo no es solo del adolescente hacia sus referentes adultos, sino también a la inversa. Muchas veces, los padres se sienten perdidos frente a las demandas emocionales y simbólicas de sus hijos, sin herramientas para responder o intervenir.
Esto genera un vínculo frágil, lleno de dudas e incertidumbre. El adolescente no siempre sabe pedir ayuda, y el adulto no siempre sabe cuándo —ni cómo— ofrecerla. Lo que queda, muchas veces, es el silencio o la distancia. Por eso, pensar los vínculos desde la empatía, la disponibilidad emocional y la responsabilidad resulta clave.
Bullying, rechazo y silencios que lastiman
En la serie y en la experiencia cotidiana de Mariela en la escuela, el bullying aparece como una de las problemáticas más dolorosas y normalizadas. A menudo, se lo confunde con bromas o cargadas, pero el bullying va más allá: es sostenido, sistemático y tiene como objetivo excluir.
La psicóloga explica que esta violencia suele pasar inadvertida, o se subestima desde el mundo adulto. A veces los chicos no lo cuentan, o lo naturalizan, y otras veces los adultos no saben cómo actuar o minimizar la situación. La intervención oportuna, desde un adulto que escuche y observe, es fundamental para evitar que estas experiencias dejen marcas más profundas.
Acompañar sin invadir: ¿cómo se hace?
Uno de los temas centrales de la entrevista es cómo acompañar a los adolescentes sin invadir su mundo. Los adultos suelen debatirse entre estar demasiado presentes —con un control que asfixia— o totalmente ausentes. El equilibrio, según Mariela, está en entender cuándo intervenir, cuándo hacer preguntas, y cuándo solo estar disponibles.
El acompañamiento real requiere atención, paciencia y empatía. Implica observar los gestos, el tono de voz, los cambios de humor, los silencios. No siempre habrá una demanda explícita, pero eso no significa que el adulto no sea necesario. Estar emocionalmente disponibles es más valioso que cualquier estrategia concreta.
Tres palabras guía: Presencia, Cuidar, Límite
Para sintetizar su mirada sobre el vínculo con los adolescentes, Mariela propone tres conceptos que funcionan como brújula para padres y adultos responsables. No son una fórmula, pero pueden ser una guía. Porque los adolescentes no necesitan adultos perfectos. Necesitan adultos que estén, que cuiden y que marquen un camino posible en medio de tantas incertidumbres.
"Presencia es estar disponible cuando el adolescente lo necesita. Hay que dejar lo que estoy haciendo y estar" dice Mariela desde su dobre mirada como mamá y profesional.
Y agregó :“No creo en las recetas, pero creo en algunas convicciones que pueden ser un timón”. No se trata de controlar, sino de estar disponibles emocionalmente. La psicóloga destaca que, a medida que los chicos crecen, los adultos tienden a alejarse, creyendo que ya no los necesitan. Pero es en la adolescencia donde la presencia simbólica cobra más sentido.
“Cuidar es acompañar, es sostener. No se trata solo de saber dónde están, sino de conocer algo de sus intereses y de sus gustos.”
Implica además conocer con quién están, qué les interesa, qué los emociona o preocupa. Es mostrar interés por su mundo sin invadirlo, y construir desde ese interés un vínculo de confianza. Cuidar también es acoger y sostener.
“El límite no es castigo ni prohibición. Es lo que cuida, lo que ordena y lo que permite elegir con responsabilidad”
Lejos de ser represión, es estructura. Es lo que le permite al adolescente saber que hay un marco simbólico y afectivo que lo contiene. El límite educa, organiza y constituye. En palabras de Mariela, los padres no deben dejar de serlo: los roles no se negocian.
Mariela reconoce que no hay recetas para ser padre o madre. Cada familia es única, y cada vínculo se construye con matices, dudas y aprendizajes. Los talleres que coordina proponen espacios de reflexión y pregunta, más que de respuestas cerradas.
La clave está en mirarse a uno mismo en ese rol, con honestidad, sin idealizaciones. ¿Cómo estoy siendo como madre? ¿Qué me pasa cuando no entiendo a mi hijo? ¿Dónde necesito ayuda? Es en esas preguntas donde comienza el verdadero acompañamiento.
El aula como escenario de escucha
Como docente, Gasparini tiene un contacto cotidiano con adolescentes que le permite ver sus vulnerabilidades desde otro ángulo. Muchas veces, los chicos se abren más en la escuela que en su casa, lo que habla de una necesidad de escucha genuina que muchas veces no encuentran en sus hogares.
La escuela no reemplaza a la familia, pero puede complementar, y sobre todo, ser un puente entre lo que el adolescente siente y lo que el adulto aún no logra descifrar.
A pesar de los cambios culturales, sociales y tecnológicos, Gasparini sostiene que la familia sigue siendo la estructura básica donde se construye subjetividad, valores y contención emocional.
No se trata de tener una familia perfecta, sino de asumir el rol que nos corresponde como adultos responsables. Los adolescentes no necesitan padres expertos, sino adultos que los sostengan con coherencia, amor y claridad.
Hacia el final de la entrevista, la psicóloga recordó que en muchos talleres de crianza una pregunta abre el camino: “¿Cómo me estoy sintiendo en este rol de mamá o papá?”. Y desde allí la posibilidad de revisar, ajustar y sobre todo, estar.
Reconoce que la pregunta “¿Lo podría haber hecho mejor?” es inevitable, pero también necesaria para no naturalizar lo que no está bien.
La maternidad, como la paternidad, es un camino lleno de aprendizajes, errores y reconstrucciones. Lo importante es no soltar el compromiso de estar, de aprender y de revisar nuestras propias formas de criar.
Al final de la entrevista, Mariela contó que se prepara para rendir su especialidad en Psicoanálisis y Educación. Para ella, formarse es una forma de estar a la altura del tiempo que vivimos. No alcanza con la experiencia: el estudio permite pensar mejor, acompañar mejor y estar más disponibles para los demás.